18 febrero 2014

Mi luz

A veces siento que la ciudad me devora.

Caigo indefenso en fauces hechas de asfalto y una dentadura hecha de neón me mastica sin piedad. Lo que escupe al suelo ya no se parece en nada a mí.

Las grandes ciudades son fascinantes, pero también son depredadoras incansables que colocan trampas. Recorro laberintos hechos de sábanas ajenas y besos que se diluyen en alcohol, mientras intento volver a encontrar mi reflejo en el espejo. Sonrisas que no se esbozan con sinceridad me señalan un desvío de mi camino, pero intento no caer en el engaño.

Busco el sol en un cielo nocturno y lo único que consigo es dejarme contagiar por la oscuridad que me
rodea. 

Desesperanza y arenas movedizas.

Es entonces, solo entonces, cuando ya todo parecía perdido, que un beso que decidí darte hace mucho tiempo, un beso ya extinto, vuelve a resurgir triunfante, rescatado del olvido.

Y todo vuelve a brillar.

Que nunca vuelvan a decirme que quererte no me sirve de nada.

2 comentarios:

Jose_Elche dijo...

Joder Proud, no nos dejes solos tanto tiempo, coñe ...

Alex Pler dijo...

Querer siempre útil. En el peor de los casos, aprendes. Y en el mejor, disfrutas... y de qué manera.