La amistad, en muchas ocasiones, es como el amor.
A veces es un flechazo. Se cruza alguien en tu camino y, desde ese primer y emocionante encuentro, algo
dentro de ti sabe al instante que quieres estar con esa persona para siempre. Sólo basta una mirada, una sonrisa causal o unas palabras pronunciadas en el momento oportuno para que se inicie la chispa y lo demás venga rodado.
Sin embargo, a veces el corazón humano no es tan sabio ni tiene tan buena vista...
Durante años, Paz Quintero no fue más que una compañera de trabajo a la que saludaba de forma casual en la oficina. Coincidíamos a la hora de comer y, mientras ella se sentaba con otra compañera, yo lo hacía en una mesa anexa, acompañado también y dándole la espalda. No era un gesto de desprecio, por supuesto, simplemente que el sitio que elegíamos para comer me obligaba a ello.
Es curioso, ahora lo recuerdo y me siento mal conmigo mismo...
Y así pasaron un par de años sin ir más allá de un cortés "¡buenos días!" o algún atrevido "¡Que aproveche!"
Un sábado por la tarde cualquiera, me encontraba leyendo una revista en un café cuando, en la contraportada, mis ojos se toparon con el anuncio de un libro titulado Un vuelo con escalas. Su autora era una tal Paz Quintero.
- Huy, ¡qué raro! - pensé - Pero si se llama igual que una compañera de trabajo...
En un primer momento mi mente se negaba a pensar que esa chica a la que daba la espalda a la hora de comer pudiera ser escritora. Claro que tampoco es que supiera mucho sobre ella.
El lunes no pude más. Me acerqué a su sitio, me agaché y creo que por primera vez en mi vida, hablé con ella de algo que no tenía nada que ver con el trabajo:
- Oye, Paz, igual te va a parecer una tontería, pero es que he visto un anuncio de un libro y la autora se llama igual que tú...
Mi mente seguía cerradita a aceptar que se trataba de ella.
¿Cómo iba a ser ella escritora? Pero si trabajaba en la oficina conmigo...
Pero sí, se trataba de ella. Me lo confirmó con una sonrisa en la cara y, aunque fue un momento precioso, nuestra historia aún tardaría unos meses en arrancar. La trasladaron a mi departamento y el destino, esta vez sí, hizo que la sentasen a mi lado.
Y ahí empezaron los fuegos artificiales.
Porque Paz y yo tenemos un sentido del humor y una forma de ver la vida muy parecidos. A día de hoy es una de mis más queridas amigas. Además, es una de esas personas que me han ayudado a decidirme a escribir y a luchar por publicar un libro.
No, más que ayudarme: sin ella no lo habría logrado. Ella ha sufrido (y sufre) a diario todas mis dudas, todos mis miedos y me ha ayudado a sortear todas las dificultades (autoimpuestas o no) que me he encontrado a la hora de publicar un libro.
Porque ella tiene tablas.
No en vano, su primera novela, Destino Programado, ganó el
Premio Terenci Moix. Su éxito no haría más que crecer.
Un vuelo con escalas solo lo puedes encontrar ya en edición de bolsillo porque agotó su edición en rústico y
Siete Tentaciones, de la que es co-autora con otras estupendas escritoras, fue un exitazo de ventas. También se ha atrevido con el teatro. Su divertidísima obra
Nos vemos en Chueca está recibiendo muy buenas críticas. La puedes comprar
aquí.
Pero lo que de verdad le apasiona, es el mundo audiovisual. En Última parada no se conformó con escribir, sino que se puso delante de la cámara encarnando el papel protagonista. Este año, otro corto que ella guioniza, Waiting, fue nominado en el Lesgaicinemad. Y si todo esto no bastara, pronto nos traerá más novedades.
Por todo ello, por el cariño que le profeso como persona y la admiración que le rindo como profesional de las letras, para mí es un orgullo que sea ella la que firme el prólogo de mi primera novela.
Gracias por ser mi madrina...