A veces alguien se cruza en tu vida y simplemente te marca.
Te deja huella.
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Da igual que la historia no acabase bien. Ese sentimiento no logras quitártelo de encima, por mucho que intentes sacudírtelo como si fuera una mota de polvo.
Su recuerdo te acompaña.
Creas su cuerpo en el vacío de tu cama e imaginas que todavía está ahí. Te enredas en sus piernas, le das los buenos días y engañas tu soledad con un abrazo incorpóreo.
Hay veces que toda una vida al lado de alguien te parece insustancial.
Otras, en cambio, encuentras justo lo que estabas buscando, pero el tiempo es cruel y te lo arrebata.
Pero ahí queda la
huella.
Tu huella permanece.